Social

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Las organizaciones deben actúan de manera diligente para respetar los derechos humanos que puedan estar relacionados con el desarrollo de sus actividades.

En primer lugar, las empresas deben evaluar el impacto sobre sus personas trabajadoras y conseguir un entorno laboral más equitativo. Esto incluye gestionar aspectos como la generación de puestos de trabajo que ofrezcan condiciones laborales decentes y una retribución justa, el respeto de los derechos de los empleados, la seguridad laboral, la diversidad, la igualdad, la conciliación, la formación y desarrollo profesional, etc.

Aparte, las organizaciones deben involucrar a su entorno más próximo, a las comunidades locales en la que operan. Este enfoque se puede concretar en el fomento de la contratación local, la compra de productos de proximidad, el respeto al patrimonio y la cultura local, la promoción de iniciativas y programas destinadas a mejorar asuntos sociales de la vida en comunidad (voluntariado, donaciones, integración de colectivos en riesgo de exclusión social, etc.).

Finalmente, las organizaciones deben promover una cadena de producción más ética, que respete los derechos humanos. Y ello requiere dedicar tiempo para seleccionar aquellos proveedores y colaboradores que estén comprometidos con estos principios.

Las organizaciones que incorporen la dimensión social de la sostenibilidad conseguirán no sólo una plantilla más motivada y comprometida y una mayor facilidad para captar el talento sino también una mejora de su reputación empresarial, que facilite la consolidación con sus clientes actuales y la atracción de nuevos clientes.