71 AERIAL

El valor de la ejemplaridad

David Martínez 18 marzo, 2015

Cuántas veces hemos oído, e incluso utilizado, aquella expresión que dice “se predica con el ejemplo”. No podemos negar, que esta expresión está llena de verdad, tanto es así, que se ha transmitido a través de la sabiduría popular, convirtiéndose en uno de sus dichos.

Si nos centramos en el mundo de la educación, es difícil pretender enseñar cosas distintas a las que nosotros mismos practicamos. Estamos hablando en este caso de la coherencia entre el ser y el hacer.

El valor de la ejemplaridad tiene una gran fuerza cuando nos movemos en el ámbito de los valores. Difícilmente una persona puede ser un auténtico promotor de la paz, si él mismo actúa de forma despótica e intransigente con los que conviven a su alrededor.

Esta regla tan obvia que afecta a la manera en la que transmitimos los valores, no funciona de forma tan evidente cuando hablamos de ejemplarizar con nuestra experiencia profesional a las personas que integran nuestros equipos de trabajo. La rapidez con la que se producen los cambios sociales, la incesante evolución de la tecnología y la irrupción de nuevos modelos de negocio, crean un entorno cada vez más complejo y fragmentado que no se parece en nada al mundo en el que se han forjado las generaciones precedentes.

Los que tenemos más edad dentro de las organizaciones, tenemos tendencia a utilizar como elemento de estímulo y motivación el ejemplo de nuestra experiencia pasada y explicamos de qué forma superamos en su día, todas nuestras dificultades.
Sin embargo, sin darnos cuenta, esta transmisión del ejemplo crea en las nuevas generaciones un fuerte desconcierto. Y esto es así, porque la experiencia de muchos líderes está sustentada sobre un mundo que se construyó sobre las certezas, sobre unos valores sólidos, sobre un modelo de contrato de trabajo fijo, sobre un tipo de organización jerarquizada y en el que con la cultura del esfuerzo era posible conseguir los resultados propuestos.

Desde este punto de vista, el valor de la ejemplaridad ha perdido sentido porque nuestra sociedad está sufriendo un cambio radical.

" La historia de las nuevas generaciones se está escribiendo sobre situaciones mucho más complejas que obligatoriamente deben incorporar la globalización y sobre una sociedad que se construye sobre unos valores mucho más líquidos."

En definitiva, nuestros equipos están formados por nuevas generaciones acostumbradas a moverse en entornos inciertos, llenos de transitoriedad e instalados en el cambio continuo.

Muchas veces el ser humano,  ante la novedad, tiende a ser pesimista sobre el futuro y a volver la mirada hacia atrás, buscando respuestas en las experiencias vividas para resolver los retos que entraña el presente.  Muy al contrario, los líderes deben afrontar con entusiasmo el futuro y trabajar conjuntamente con sus equipos para encontrar nuevas estrategias y herramientas que les permitan mejorar su capacidad de adaptación.

Es por ello que el valor de la ejemplaridad también debe adaptarse a la nueva realidad y no debe centrarse tanto en el “hacer”, ya que cada vez más raramente los actos del pasado podrán aportar respuestas a las nuevas situaciones que se vienen generando, sino en el "ser".

Si en realidad queremos liderar personas capaces de responder a esos retos, centremos nuestros esfuerzos en la transmisión del “ser”, dejemos de fijarnos en la parte estética de nuestra experiencia (en el qué y en el cómo), y centrémonos en lo que realmente es coetáneo a todas las generaciones: la confianza en el individuo y en su capacidad para sobreponerse a la complejidad. Ambos factores son decisivos para poder construir organizaciones más positivas, innovadoras y responsables; en definitiva, organizaciones con mayor capacidad de respuesta.

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